Instrumentos de Persuasión en la Evangelización de los Nativos en América Latina
- Sammy Arroyo
- Oct 9, 2016
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Durante los siglos 15 al 18, la Iglesia Católica se encuentra ante un gran desafío: llevar el mensaje del evangelio a las nuevas tierras en América, y convertir a los indios a la Fe Cristiana. En el presente estudio analizaremos dos obstáculos con los que se encontraron los primeros misioneros en América. Como veremos, estos obstáculos parecen eco de aquellos problemas con los que se enfrentó la Iglesia en el libro de Los Hechos de los Apóstoles. El primer obstáculo que estudiaremos es el problema del otro; ¿Merecen los indios ser recibidores del mensaje del evangelio? De ser así, ¿Deben de ser obligados a convertirse, o recibir el evangelio de forma pacífica? Este conflicto lo veremos en su máxima expresión en el debate que se dio en Valladolid, en el año 1550, entre Fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.
Pero la tarea evangelizadora en América también trajo consigo otro problema para el misionero; ¿Qué instrumentos se utilizarán para una efectiva instrucción del indio en la Fe Cristiana y Católica? Esto es importante pues “la misión principal de los religiosos en América fue difundir la doctrina Cristiana, pero sin olvidar la enseñanza de la cultura occidental.”[1]
El desafío de evangelizar a los indios en América la Iglesia Católica lo ve como una gran oportunidad de cumplir con el mandato otorgado a los apóstoles por el mismo Jesucristo: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles,[2] bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo:
Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. [sic]”[3] Pedro Borges nos dice que la Iglesia colonial española llegó a la siguiente conclusión:
Después de mil quinientos años de cristianismo, ninguna región del mundo ofrecía tantas posibilidades para plantar en ella una iglesia como la de los apóstoles, porque, en opinión de los propios evangelizadores, nunca desde los tiempos apostólicos habían concurrido tantas circunstancias favorables para ello como eran la idiosincrasia de los indígenas americanos, sus sistema “evangélico” de vida y el elevado número de las conversiones.[4]
La iglesia primitiva, tal y como la presenta la Biblia, sirvió de modelo misional y práctico para los primeros evangelizadores españoles. Podemos encontrar varios paralelismos entre la naciente Iglesia en Jerusalén en el libro de la Biblia Los Hechos de los Apóstoles y la tarea llevada a cabo por los misioneros en América durante los siglos 15 al 18. Un ejemplo sobre cómo los misioneros españoles emularon a los Apóstoles bíblicos lo vemos en la “expedición franciscana a Nueva España de 1524 [que] estuvo integrada por los denominados Doce Apóstoles de México (doce más el superior) porque ese número había sido también el de los apóstoles de Jesucristo.”[5] Esto fue un acto que los franciscanos repitieron en varias ocasiones en la primera mitad del siglo 16.
Para que la expansión de la Iglesia primitiva se pudiese dar, los apóstoles tuvieron que resolver primeramente el problema de los Gentiles. Los primeros cristianos fueron judíos que se convirtieron a las enseñanzas de Jesucristo y sus Apóstoles. Pero para los apóstoles el mandato de “id, y doctrinad a todos los Gentiles” significaba encontrarse con un grupo étnico distinto al propio. Esto planteaba un grave problema para los apóstoles, ya que para estos, basándose en la ley de Moisés, se les era prohibido el mezclarse con los Gentiles pues podían contaminarse.
El apóstol Pedro tuvo que debatirse con un grupo denominado como los de la circuncisión. Luego de haber evangelizado y bautizado a la familia de Cornelio, un Gentil, los de la circuncisión le preguntan a Pedro: “¿Por qué has entrado á hombres incircuncisos, y has comido con ellos? [sic]”[6] Aún en la explicación dada por Pedro sobre una visión que le llevó a evangelizar a los Gentiles, vemos como él compara a los Gentiles con animales inmundos.[7] Desde el principio de la Iglesia, aún los mismos apóstoles de Jesucristo debatieron el derecho de aquellos que pertenecen a otro grupo étnico, en este caso los Gentiles, de recibir el Evangelio.
Pero el problema del Gentil no quedó resuelto con el caso de Cornelio, y es por esto que el Apóstol Pablo es llamado a comparecer ante el Primer Concilio de Jerusalén para defender su llamado a evangelizar a los Gentiles.[8] Luego de un gran debate, donde un grupo de la secta de los fariseos que se había convertido al Cristianismo objetaba que los Gentiles debían de ser circuncidados según la Ley de Moisés, el Concilio determinó que los Gentiles que “se convierten á Dios, no han de ser inquietados; Sino escribirles que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de ahogado, y de sangre. [sic]”[9]
Esta determinación del Concilio trajo consigo el problema sobre cómo se iba a lograr esta evangelización del Gentil. Para poder llevar a cabo esta tarea, los apóstoles tuvieron que recurrir a la creación de estrategias para la evangelización. Un ejemplo de esto es la historia de Pablo en Atenas, donde este, luego de estar varias semanas predicando el evangelio, es llamado por los filósofos Estoicos y Epicúreos para que les explicase cual es esta nueva filosofía que él predicaba.[10] Pablo recurre a los propios elementos culturales de los Atenienses y les habla de Jesucristo utilizando uno de sus mismos dioses como ejemplo.
Pero la creatividad de los primeros Cristianos no se limitó a la predicación; también redactaron biografías de Jesucristo con sus enseñanzas principales conocidas como los Evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. Se crearon Credos,[11] himnos,[12] y oraciones como el conocido Padre Nuestro[13] que eran utilizados para la educación del creyente. También tenemos epístolas escritas por los Apóstoles que eran leídas a toda la asamblea, donde en las mismas les enseñaban cual era la mejor manera de vivir la vida de cristiano. Veamos pues, como la Iglesia Católica española del siglo 15 utilizó a la Iglesia primitiva como modelo evangelizador en América.
Cuando hablamos de la Iglesia Católica española del siglo 15, debemos de preguntarnos ¿Qué les motivó a llevar el mensaje del evangelio en América? La Iglesia Católica del siglo 15 entiende que está en el plan de Dios el que ellos expandan la Fe Cristiana en el territorio americano. El papa Alejandro VI, en su bula más famosa, la segunda Inter caetera, del 4 de mayo de 1493, dice lo siguiente:
Lo que más entre todas las obras agrada á la Divina Magestad, y nuestro corazón desea, es que la Fe Católica, y Religión Cristiana sea exaltada… y que en toda parte sea ampliada y dilatada, y se procure la salvación de las almas, y las bárbaras naciones sean deprimidas y reducidas a esa mesma Fe… Entendimos que desde atrás habiades propuesto en vuestro ánimo de buscar y descubrir algunas islas y tierras firmes é incógnitas… para reducir los moradores y naturales de ellas al servicio de nuestro Redentor, que profesen la Fe Católica…
… os amonestamos muy mucho en el Señor… proseguir del todo semejante empresa… con ánimo y pronto zelo de verdadera fe, inducir a los pueblos, que viven en tales Islas, y tierras, a que reciban la Religión Cristiana… procuréis enviar a las dichas tierras firmes, e Islas hombres buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y expertos, para que instruyan a los susodichos Naturales y Moradores en la Fé Católica…[14]
La encomienda dada por el papa Alejandro VI a los reyes Fernando e Isabel tiene un carácter misionero y evangélico: “que los moradores de las tierras descubiertas entren al servicio de su Redentor, y que profesen la Fe Católica.” Para poder cumplir con el deseo de la Iglesia, era necesario que se enviaran Cristianos capacitados para instruir a estos “Naturales y Moradores en la Fe Católica.” Esta tarea no fue nada fácil para los primeros misioneros católicos que llegaron a las tierras americanas. Sabemos que muchos de los conquistadores aprovecharon la oportunidad de unas nuevas tierras para buscar riquezas, y que muchos atropellos ocurrieron en contra del indio. Pero no por eso debemos de ignorar a aquéllos que sinceramente querían llevar el mensaje del evangelio a los indios.
Similar a la Iglesia primitiva, la Iglesia en América se topó con varios factores que dificultaron su expansión en estas nuevas tierras.[15] Entre estos podemos destacar factores naturales, como la gran expansión geográfica del continente americano, el clima caliente y húmedo, y los animales como las fieras, serpientes y los mosquitos. También debemos mencionar la oposición de parte de los indios, en especial de los líderes religiosos, quiénes “constituyeron siempre y en todas partes un sector activamente combativo contra el cristianismo, al que atacaban desprestigiando al misionero…”[16]
Pero el problema del indio va mucho más allá que su resistencia a las creencias cristianas de los españoles. Entre los mismos religiosos españoles existía el debate sobre si se debía o no evangelizar al indio, y como debía llevarse a cabo esta tarea. El debate más importante lo vemos en Valladolid en el año 1550,[17] donde Fray Bartolomé de las Casas critica a los encomenderos y le pide al rey la liberación de los indios. Por el otro lado, Juan Ginés de Sepúlveda defendía la dominación de los indios basando “sus argumentos en muchos autores, entre ellos Aristóteles, John Major, Fernández de Oviedo, y la bula de Alejandro VI.”[18]
Juan Álvarez-Cienfuegos analiza el debate entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda desde un punto de vista universalista. Como vimos al principio de este trabajo, los primeros apóstoles tenían la encomienda de llevar este mensaje a todo el mundo. El mensaje de salvación de Jesucristo es uno que no excluye a ninguna de las naciones. Por lo tanto, Álvarez-Cienfuegos nos dice:
Por un lado, tendríamos un universalismo, el lascasiano, fundado en el amor y la fraternidad entre los hombres, tal que haría injusta cualquier acción que en nombre de su salvación o civilización implicara que se les infligiera un daño o un dolor: fuera de la persuasión no hay método para incorporar a los indios a la religión y la forma de vida de los cristianos. Por el contrario, el de Sepúlveda es un universalismo que conlleva la obligación de convertir y civilizar a los indios, aunque sea recurriendo a la fuerza y a la violencia; su universalismo quedaría justificado por la interpretación que hace de las ideas aristotélicas sobre la esclavitud natural, por un lado, y por la línea interpretativa – en sus términos más duros y formalistas – del Evangelio, por otro.[19]
Mucho se ha discutido este debate entre Las Casas y Sepúlveda, en resumen podemos utilizar las palabras de Dussel cuando nos dice:
Teológicamente, la disputa de Valladolid de 1550 entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas es la más importante que sobre el estatuto ontológico, y a la luz de la fe, se haya realizado en Europa acerca de la naturaleza del hombre y de las culturas… Es necesario comprender que una cierta coyuntura de clases paradójicamente ayudaba, teológicamente, a los indios (aunque en la práctica política y económica serán oprimidos hasta la completa alienación).[20]
Veintisiete años más tarde, en el año 1577, José de Acosta publica en Lima su obra De procuranda indorum salute.[21] Refiriéndose a los pueblos que no son cristianos, nos dice que estos “pueden reducirse a tres clases o categorías, entre sí muy diversas y en las que pueden comprenderse todas las naciones bárbaras.”[22] La primera categoría incluye a los japoneses, chinos y otras provincias Indias orientales. A estos, si se les quiere someter a Cristo por la fuerza, solamente se logrará que se vuelvan enemigos de Cristo. En la segunda categoría están los aztecas o incas, que aunque tienen leyes y ciudades, no llegaron a conocer el uso de la escritura. En tercer lugar,
están los salvajes semejantes a las fieras… Y en el nuevo mundo hay de ellos infinitas manadas… se diferencian poco de los animales… A todos estos que apenas son hombres, o son hombres a medias, conviene enseñarles que aprendan a ser hombres e instruirles como a niños… hay que contenerlos con fuerza… y aun contra su voluntad, en cierto modo hacerles fuerza para que entren en el reino de los cielos.[23]
Aun luego del debate entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, vemos que para algunos europeos, el indio no era un hombre completo, sino que eran como niños, que de ser necesario, se debía de usar la fuerza para que se hiciesen cristianos. Estas palabras de Acosta nos muestran como en muchos casos se le despojó al indio de su dignidad, haciendo del mensaje liberador de Cristo uno de opresión y de dominación. Aunque parece contradictorio, Acosta se dedicó a la tarea evangelizadora, como misionero, creando cartillas, catecismos, y trabajando en la pastoral. Abogaba que al indio no se le debía de obligar a aceptar la Fe Cristiana, y defendía que se mantuviesen las instituciones indígenas previas a la conquista siempre y cuando estas no estuviesen en contra del evangelio. Acosta entendía que una buena educación llevaría gradualmente al indio a ser un ser humano maduro y culto.[24]
Cabe preguntarse porque insistir entonces con la obra evangelizadora y misionera en América. Acosta se hace esta pregunta, citando al mismo Jesucristo, diciendo: “¿Para qué seguir, por tanto, echando las perlas a los puercos y dando lo sagrado a los perros, que fácilmente se vuelven a su propio vómito y encuentran sus delicias en revolcarse en el fango?”[25] La respuesta la encontramos en el sentido de misión que tenía el misionero europeo basándose en las enseñanzas de Jesucristo de predicar el evangelio a las Naciones. Acosta no creía que esta obra ya hubiese sido completada por la iglesia primitiva, sino que aún quedaba trabajo por a hacer. Acosta dice, “Pero no creo que empresa de tales proporciones esté plenamente consumada… Lo que a mí me mueve a pensar que hay que entender aquel pasaje en sentido contrario, es que una autoridad más alta, la de Cristo el Señor que enseñó con toda claridad que la consumación del mundo no vendrá hasta que se haya divulgado el Evangelio por todo el universo.”[26] Acosta se está refiriendo a las palabras de Jesucristo cuando dice: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio á todos los Gentiles; y entonces vendrá el fin. [sic]”[27] Por lo tanto, para poder cumplir con el mandato de Jesucristo, había que llevar el mensaje del evangelio a los indios, para que entonces llegara el fin. Pero el llevar el mensaje del evangelio hasta el fin del mundo traía consigo ciertos problemas que veremos a continuación.
La evangelización tenía como fin, además de transmitir al indio la fe cristiana, el llevar al evangelizado a que cambie su manera de actuar, llegando a ser como Cristo. El problema es que la cristiandad europea había hecho del cristianismo una propiedad suya. Es decir, “les llevó a totalizarse de modo que identificaron su cultura con la religión cristiana... La cristiandad europea se confundió con la cultura europea.”[28] En otras palabras, la Fe Cristiana y la cultura europea se habían mezclado de manera tal, que el europeo no podía separar la una de la otra. Vamos a ver entonces como la cosmovisión Cristiana y Europa se encuentra con la realidad del indio en América.
La doctrina de la Fe Cristiana afirma algo que en la cosmovisión del indio era algo novedoso; “a un Dios trascendente, creador de todo lo que existe tanto espiritual como lo material…”[29] Este Dios trascendente, crea al ser humano por amor, y ese amor lo dio a conocer a través de su Único Hijo, Jesús, quien es Dios verdadero y hombre verdadero, quien dejó toda su gloria para salvar al ser humano. Elisa Luque nos dice que enseñarle al indio sobre ese Dios creador y que le ama de una manera paternalista “era un reto para el misionero que debía buscar modos de acercarlas a los que las escuchaban por vez primera.”[30]
No solamente estaba el reto de enseñarles estas doctrinas, sino que también el mismo misionero podía tener dudas sobre la capacidad del indio para entender las mismas y ponerlas en práctica. José de Acosta dice que la doctrina de Cristo, según el plan de Dios es algo sublime, la forma en la que un Cristiano debe de vivir según el Evangelio es una sobrehumana. Por lo tanto, solamente aquellos hombres que son íntegros y sinceros pueden comprender sus misterios, y aún estos serán juzgados. Pero los indios, “están muy lejos de cualquier sinceridad, es totalmente ruin y servil… desleales e ingratos… sólo ceden por el miedo y la fuerza…”[31] Por lo tanto, para Acosta no se puede esperar un gran fruto del trabajo de los misioneros en las tierras americanas, sin importar el esfuerzo de los misioneros, pues “son raza maldita, casi privada de los auxilios divinos y destinada a la perdición.”[32] La actitud negativa de Acosta hacia el indio no detuvo la evangelización en América. Pero para lograr que el indio las entendiese, ¿Qué estrategias utilizaron los misioneros para llevar el mensaje del evangelio al indio?
Primeramente, se trató de una manera infructuosa, el que el Indio aprendiese el castellano. Para lograr esto se crearon cartillas, dibujos, signos, e intérpretes. Estos intentos no dieron resultado, por lo tanto los religiosos decidieron dedicarse a aprender las lenguas indígenas para así poder enseñar la religión. Esto resultó ser una tarea difícil, según Pilar Hernández Aparicio, por las siguientes razones:
(1) La tarea no era fácil por la variedad y la dificultad de muchas de ellas [las lenguas], y porque carecían de palabras para expresar los principios de la religión cristiana. Había que evitar, además, falsas interpretaciones; fue necesaria la colaboración de teólogos y religiosos filólogos con el fin de elaborar unos instrumentos de predicación y enseñanza, que sirviesen tanto para la catequesis como para la educación general. (2) Porque para estos religiosos, procedentes de países de altas culturas y conocedores del valor del libro como instrumento de transmisión de ideas, evangelizar implicaba también civilizar.[33]
Hablando sobre la dificultad del idioma entre los indios y los misioneros, y como estos últimos pasaban dificultades para poder evangelizar al indio de una manera efectiva, Acosta nos relata lo siguiente:
…es imprescindible la lengua para la obra de evangelización. En este punto los que asumen la tarea de instruir a los bárbaros padecen tales dificultades que casi preferirían trabajar con peñascos y mármoles que hablar, sin saber la lengua, de materias difíciles y sublimes y ser escuchados por sordos… Pero estos bárbaros se diferencian entre sí por sus setecientas y más lenguas: apenas hay valle de una cierta extensión que no tenga su propia lengua materna.[34]
Más adelante en su obra, Acosta nos dice que el problema del lenguaje se intensifica al no tener términos semejantes con los que explicar las doctrinas de la fe cristiana. Por lo tanto, aquellos que dependen de intérpretes para enseñar a los indios, confían “los misterios de la salvación a la buena fe y expresión de gente plebeya y vulgar… [el intérprete] traduce unas cosas por otras, porque no entiende o porque se cansa de seguir al que enseña.”[35] Esta limitación obligó al misionero a utilizar toda su creatividad en la creación de una diversidad de instrumentos que sirviesen para la efectiva evangelización del indio.
Los instrumentos creados por los misioneros para enseñar la Fe Cristiana a los indios se pueden clasificar en cuatro: 1- Catecismos y Doctrinas, 2- Gramáticas y Vocabularios, 3- Confesionarios y Sacramentos, 4- Sermonarios.[36] Estos instrumentos de trabajo evangelizador fueron elaborados por miembros de las órdenes religiosas que se encontraban en América. En un principio no eran publicados pues solo eran instrumentos de trabajo que se pasaban de mano en mano, y muchos de los mismos se desconoce su paradero. Con el pasar del tiempo “los superiores de las órdenes se preocuparon de que se imprimieran; y estos instrumentos, meramente prácticos en sus comienzos, se convirtieron en verdaderos estudios lingüísticos…”[37]
Uno de los primeros catecismos[38] escritos en territorio americano lo fue la Doctrina Cristiana por Fr. Pedro de Córdoba, O.P..[39] Se piensa que fue una obra que se comenzó alrededor del año 1510, aunque no fue publicada sino hasta el año 1544, unos veinte años después de la muerte de Fr. Pedro de Córdoba. En la portada “consta que fue compuesta por el dominico y otros religiosos doctos de la misma Orden; y en algunas cosas añadida por el obispo Zumárraga y el P. Betanzos.”[40]
En esta obra, que sigue el ejemplo de un catecismo dominicano, “se recogen los artículos de la fe, mandamientos, sacramentos, obras de misericordia, sermón para después del bautismo, una breve historia del mundo, las palabras para la bendición de la mesa y las gracias para después de la comida.”[41] En el año 1548 el catecismo es traducido y publicado en castellano y mexicano, bajo el título Declaración de la doctrina christiana en lengua española y mexicana, echa por los religiosos de la Orden de Sancto Domingo.[42]
Los misioneros tenían la obligación de contrarrestar las ideas idólatras de los indios hablándoles primeramente sobre un solo Dios creador de todas las cosas. Para lograr esto, la Doctrina Cristiana para instrucción de los indios, de Fray Pedro de Córdoba comienza con la creación. “La edición de 1544 recoge al comienzo que todos los hombres son creados por Dios, para que conociéndole y amándole, lleguen a ser sus amigos...”[43] Pero también al comienzo de su catecismo vemos a Fray Pedro hablarles de lo que él llama un gran secreto; la creación del cielo y del infierno. Dice en el prólogo:
El uno, arriba en el cielo, a donde hay todos los placeres y bienes y riquezas que se pueden pensar. Allí no hay trabajo, ni enfermedad, ni dolor, ni tristeza, ni pobreza, ni hambre, ni sed, ni cansancio, ni frío, ni calor, ni otra cosa que nos pueda dar pena pensar. Este lugar se llama gloria o paraíso. A este lugar tan deleitoso y lleno de tantas riquezas van las almas de los buenos cristianos; y allí irán también las almas de vosotros, y si quisieres ser amigos de Dios y os tornaras cristianos; y le siguiereis y guardares sus mandamientos.
El otro lugar puso Dios abajo, en medio de la tierra, dentro encerrado en ella. Este se llama infierno. Allí van las almas que no creen, que no son cristianos, y de los malos cristianos que no guardan los mandamientos de Dios.[44]
Es importante destacar el énfasis de Fray Pedro de Córdoba en el amor de Dios hacia los indios; esta es la razón primordial de los misioneros para viajar hacia estos territorios, según el mismo catecismo. A modo de introducción en los artículos de la fe, Fray Pedro escribe: “Primeramente sabed que para que Dios os quiera mucho, y para que lleve al cielo vuestras almas y cuerpos… es necesario que primero conozcáis a Dios y sepáis quién es Dios y cómo es. Y para esto debéis saber y creer catorce cosas que llamamos nosotros catorce artículos de la fe.”[45] En el catecismo de Fray Pedro de Córdoba, el énfasis primordial del misionero era el hablarles del amor de Dios, y sobre una esperanza de vida en el cielo para todo aquel que le obedece. Estos artículos deben ser aprendidos y aceptados por todo aquel que quiera ser un buen cristiano, sin ponerlos en duda.
De igual manera, además de enseñar sobre un Dios creador, el misionero también tenía la meta de enseñar a los indios sobre un Dios único, trascendental, que desea tener una relación con los seres humanos. El primer artículo del catecismo de Fray Pedro de Córdoba habla sobre este Dios que es todopoderoso, que hace cuanto quiere, y es inmortal. Fray Pedro describe este primer artículo de la siguiente manera:
El primer artículo o la primera cosa es saber y creer que es un solo Dios todopoderoso; y que no hay muchos dioses; ni más que un solo Dios. Y este Dios es todopoderoso… Donde sabed que por su mandato se mueven los cielos y sal el sol y la luna…[46] y por su mandato produce la tierra fruto… y por su mandato nacen y mueren y viven todas las gentes… Y por su mandato y voluntad venimos también nosotros a predicaros y enseñar. Porque como os hemos dicho, este Dios que os predicamos es uno sólo y todopoderoso… Tiene más este gran Dios: que es inmortal.[47]
Este Dios cristiano, que es uno solo y todopoderoso, no pide del indio sacrificios para poder recibir de los beneficios de la creación. Fray Pedro hace una comparación entre el Dios cristiano y los dioses de los indios en este artículo de la siguiente manera:
Y por todas estas cosas no os pide Dios que le sacrifiquéis los hijos… solamente quiere que le améis y honréis como a verdadero Dios, porque no hay otro Dios, sino El solo. Y los que vosotros adoráis por dioses no pueden hacer nada, ni daros nada, porque no hay sino un solo Dios…. Los que vosotros adorabais y honrabais por dioses son diablos y malos enemigos de Dios.[48]
Más adelante, en el primer artículo sobre la humanidad de Jesucristo, Fray Pedro de Córdoba le explica a los indios que el Hijo de Dios se hizo hombre y la razón por la cual lo hizo. Primeramente, el Hijo de Dios se hizo hombre porque los primeros padres, es decir, Adán y Eva, “no guardaron el mandamiento de Dios.”[49]
El resultado de no guardar el mandamiento de Dios, Fray Pedro lo divide en tres: 1- El ser humano perdió la gracia de Dios; 2- El ser humano pasó de ser siervo de Dios a ser siervos del demonio; 3- Todas las almas eran llevadas al infierno por los demonios.[50] Es por esto que el Hijo de Dios se hizo hombre, según el tercer artículo del catecismo, “porque en cuanto el hombre pudiese recibir las penas y tormentos y muerte que por nosotros, para salvarnos y redimir y librar por aquella muerte del poder del demonio… Y fue causa muy conveniente que el Hijo de Dios padeciese muerte y pasión para que por ella nosotros fuésemos librados de la muerte eternal, que es el infierno.”[51]
Fray Pedro de Córdoba expone en su catecismo que, distinto al politeísmo indígena, hay un Dios único, trascendental, que es superior a todas las cosas. También podemos ver que ese Dios les ama, pero que al ser humano no obedecer sus mandamientos, estaba destinado a ir a un lugar preparado por ese mismo Dios, llamado infierno. Es por esto que el mismo Hijo de Dios, quien es Dios mismo, se hizo hombre, para poder liberarles de ese infierno.
También en el siglo 16 el dominico Fray Pedro de Feria escribió un catecismo llamado La Doctrina christiana en lengua castellana y zapoteca,[52] que fue impreso en el año 1567 en México, con licencia del arzobispo Alonso de Montúfar, O.P., segundo prelado mexicano. Fray Pedro de Feria escribe unos veintitrés años después que Córdoba. Hernández Aparicio nos dice que este catecismo “comienza con unos apartados sobre la creación de Adán y Eva, y los bienes que Dios puso a disposición de los hombres… Y a continuación la Doctrina con tres puntos principales: lo que hemos de creer para conocer a Dios; la oración como medio de hablar con Él y pedirle cosas… pasa después a explicar el significado de la cruz y la reverencia que se debe…”[53]
Al igual que Fray Pedro de Córdoba, Fray Pedro de Feria acentúa la creencia en un solo Dios. En los Artículos de la Divinidad, Feria dice: “El segundo puncto de este articulo que dize ser dios vno solo, tiene una poca dificultad: por la ceguedad y obscuridad de nuestros entendimientos. Y por tanto nos ayuda y alumbra la fee, y nos muestra que el dios que ay es vno solo y en ninguna manera muchos dioses. [sic]”[54]
Esta verdad de un solo Dios les fue borrada de la mente a los indios, según Feria, por los demonios, quien les enseñó sobre la existencia de muchos dioses, y por eso ahora adoran a varios de dioses. Feria les dice que “todo fue un engaño del diablo, que no ay mas de vn Dios solo, no de palo ni de piedra, sino verdadero Dios biuo.[sic]”[55]
Pero, ¿cómo trabajó Fray Pedro de Feria el asunto del amor de Dios como un Padre para el indio en su catecismo? Feria, luego de hacer una breve descripción de la Pasión y Muerte de Jesucristo, dice: “De todo esto que aquí se ha dico, aueys de sacar dos documentos: el primero cognoscer el grandissimo amor que nuestro señor nos tuuo, pues tanto padescio por nosotros… Y al fin murió en la cruz por nuestra redempción, para que tambien nosotros de todo corazón lo amemos y pongamos por su seruicio nuestras vidas y nunca jamas le offendamos.[sic]”[56] La muerte de Jesucristo es la muestra del gran amor de Dios por los seres humanos. Ese amor debe de ser respondido por el ser humano, amando a Dios, y sirviéndole.
Feria enseña a los indios que de la misma manera que Dios ama al ser humano, también los seres humanos deben de amarse y perdonarse los unos a los otros. Siguiendo el ejemplo de la Pasión de Jesucristo, los indios deben de “sacar es exemplo de paciencia y aprender a perdonar a vuestros próximos, si algunas injurias os hizieren, como lo hizo nuestro señor que nunca murmuro de los que le azotaron… antes rogo a su padre que los perdonasse…[sic]”[57]
Luque nos dice que con su catecismo, Feria acerca a los zapotecas a un entendimiento de Dios como un Padre. Para lograr esto, “Feria acentúa el cuidado de Dios sobre los hombres especialmente en el ámbito de los bienes naturales comunes a todos los hombres, pues los da Dios a buenos y a malos… presenta también a los zapotecos los bienes de gloria, las verdaderas riquezas del cielo, que da Dios tan sólo a los que cumplen su voluntad.”[58]
Vemos en Feria, al igual que en Córdoba, un énfasis en la enseñanza de un Dios único y trascendental, que es Creador de todo. El conocimiento de esta verdad le fue negada al indio por el demonio, pero Dios, en su amor por ellos, se hizo Hombre en Jesucristo, padeciendo en su muerte, para que así el indio le pueda amar también. Estas enseñanzas eran radicales en la cosmovisión del zapoteca. Luque dice que “esta doctrina estaba en abierto contraste con las antiguas creencias de los indígenas. El texto de Feria refleja el esfuerzo del evangelizador por hacerla cercana y accesible a los que se acercaban al cristianismo.”[59]
Tanto el catecismo de Fray Pedro de Córdoba como el catecismo de Fray Pedro de Feria fueron instrumentos creados con el propósito de evangelizar y de educar en la Fe Cristiana al indio. El deseo de llevar el mensaje de una manera que sea accesible al indio fue requirió de un gran esfuerzo y mucha creatividad de parte de los misioneros.
Para concluir, hemos visto como la naciente Iglesia en América se enfrentó a una variedad de retos que pueden ser comparados a los retos enfrentados por la Iglesia primitiva. La cuestión del otro, que en el caso de la Iglesia primitiva se refería a los Gentiles, y la pregunta de si ellos también eran merecedores del Evangelio de Jesucristo, la podemos ver también en el debate de la dignidad del indio en América. En el caso de la Iglesia primitiva los protagonistas fueron Pedro y su debate con los de la circuncisión, y más adelante lo fue Pablo ante el Primer Concilio de Jerusalén, donde se discutía su ministerio entre los Gentiles. En el caso de América, este debate fue protagonizado en el Siglo XVI por Fray Bartolomé de las Casas, quien defendía la dignidad del indio y el derecho de este de recibir el evangelio de una manera pacífica, y por el otro lado, tenemos a Juan Ginés de Sepúlveda, quien defendía que al indio se le podía de evangelizar por la fuerza de ser necesario.
También podemos ver que el poder llevar a cabo la tarea evangelizadora requiere de todo el ingenio del evangelizador. El Apóstol Pablo caminó por las calles de Atenas y habló a sus ciudadanos utilizando sus propios foros culturales, y sus propios dioses para hablarles de Jesucristo. También, la Iglesia primitiva utilizó su creatividad para doctrinar a sus fieles, por medio de himnos, oraciones aprendidas, biografías, y cartas, entre otros medios. La Iglesia Católica en América se encontró con varios problemas que dificultaban la tarea evangelizadora, en especial la gran cantidad de idiomas indígenas. Este problema les llevó, de la misma manera que la Iglesia primitiva, a utilizar de todo su ingenio y creatividad para poder transmitir efectivamente el mensaje del evangelio.
La tarea evangelizadora no es fácil, y requiere de muchos esfuerzos por parte de los que emprenden tal tarea. El evangelizador debe de tener en cuenta el valor de las culturas donde se está llevando el Evangelio. Los problemas que enfrentó la Iglesia primitiva hicieron eco en la Iglesia Católica del siglo 15 al 18. Pero aún al día de hoy la Iglesia se encuentra con problemas similares a estos períodos de la historia de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II, en un discurso a los Indígenas de Guatemala en el mes de Julio de 1983, dijo lo siguiente:
La Iglesia os presenta el mensaje salvador de Cristo, en actitud de profundo respeto y amor. Ella es bien consciente de que cuando anuncia el Evangelio, debe encarnarse en los pueblos que acogen la fe y asumir sus culturas.
Vuestras culturas indígenas son riqueza de los pueblos, medios eficaces para transmitir la fe… Merecen, por tanto, el máximo respeto, estima, simpatía y apoyo por parte de toda la humanidad…
También en este momento la Iglesia conoce la marginación que sufrís, las injusticias que soportáis, las serias dificultades que tenéis para defender vuestras tierras y vuestros derechos, la frecuente falta de respeto hacia vuestras costumbres y tradiciones.[60]
La Iglesia en la América actual se enfrenta a grandes retos, algunos similares y otros distintos a los que se encontró cuando entró por vez primera en el Siglo 15. Altos niveles de pobreza, la marginalización de los indios, la desigualdad de géneros, son solo algunos de los problemas que se debaten en sus medios. Pero también la iglesia se enfrenta a cambios que son producto de una sociedad moderna, como lo es la tecnología, en especial los medios de comunicación e información masiva. La Iglesia, al igual que la Iglesia primitiva y la Iglesia en América en los tiempos de la colonia, debe de utilizar toda su creatividad para poder llevar a cabo la tarea evangelizadora en la época actual. La iglesia enfrenta el reto, al igual que en siglos anteriores, sobre cómo va a llevar el mensaje de un Dios único, en una sociedad que defiende la pluralidad de religiones. En cuanto al área creativa, la iglesia debe de preguntarse cómo va a utilizar los medios como la Televisión, radio, información impresa e internet de una manera efectiva para llevar el mensaje del Evangelio. Quedará en las futuras generaciones estudiar la efectividad evangélica y misionera de la Iglesia de hoy.
El final del discurso del Papa Juan Pablo II a los indios de Guatemala termina con unas palabras que tienen el mismo espíritu de Fray Pedro de Feria y Fray Pedro de Córdoba, que les llevó a crear sus catequesis en un lenguaje entendible por los indios. Juan Pablo II culmina su discurso diciendo: “Por medio de una buena y permanente catequesis, llegaréis a la fe adulta con la cual purificaréis ritos y ceremonias tradicionales que deben ser iluminadas cada vez más con el Evangelio.”[61]
Notas
[1] Pilar Hernández Aparicio, “Los Instrumentos de Evangelización en América,” en La Iglesia en América: Siglos 16-20, ed. Paulino Castañeda (Madrid, España: Editorial DEIMOS, 1992), 191.
[2] El griego ἔθνη (ethne), traducido en esta versión como Gentiles, también puede ser traducido como Naciones.
[3] Mateo 28:19-20, Reina Valera – Versión Antigua (RVA).
[4] Pedro Borges, Historia General de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas: Siglos XV-XIX, Vol. I. (Madrid, España: B.A.C., 1992), 497.
[5] Ibid.
[6] Hechos de los Apóstoles 11:3.
[7] Para la historia completa de la visión de Pedro y la evangelización de la familia de Cornelio y la controversia con el grupo de la circuncisión, ver Hechos de los Apóstoles 10 - 11.
[8] Hechos de los Apóstoles 15.
[9] Hechos de los Apóstoles 15:19-21.
[10] Hechos de los Apóstoles 17.
[11] Ver, por ejemplo, Colosenses 1.
[12] Ver, por ejemplo, Filipenses 2:6-11.
[13] Mateo 6:9-13 y Lucas 11:1-4.
[14] Resumen en español de la Inter caetera, de la forma en que fue reimpreso por Luis N. Rivera Pagán, Evangelización y Violencia (San Juan, Puerto Rico: Editorial CEMI, 1991), 47-48.
[15] Para un estudio más completo de las dificultades y facilidades con las que se encontraron los primeros misioneros españoles en América, ver el capítulo titulado “Dificultades y facilidades para la evangelización” en Borges, Historia General.
[16] Borges, Historia General, 459.
[17] Para un análisis más detallado de este debate, ver Lewis Hanke, All Mankind is One: A Study of the Disputation Between Bartolomé de Las Casas and Juan Ginés de Sepúlveda in 1550 on the Intellectual and Religious Capacity of the American Indians (Illinois: Northern Illinois University Press, 1974). Ver también, Juan Álvarez-Cienfuegos Fidalgo, La Cuestión del Indio: Bartolomé de las Casas Frente a Ginés de Sepúlveda, La Polémica de Valladolid de 1550, Segunda Edición (México, Distrito Federal: UNAM, 2010).
[18] Enrique D. Dussel, Historia General de la Iglesia en América Latina, Tomo I (Salamanca, España: Ediciones Sígueme, S.A., 1983), 285.
[19] Álvarez Cienfuegos, La Cuestión del Indio, 15-16.
[20] Dussel, Historia General, 284.
[21] José de Acosta, De Procuranda Indorum Salute, Vol. I y II, ed. Luciano Pereña, et al. (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984).
[22] Ibid., Vol. I, 282.
[23] Ibid., Vol. I, 91. Utilizando el ejemplo de Juan Crisóstomo cuando describe a los esclavos como desvergonzados, difíciles de educar y poco capacitados para entender lo que es la virtud, Acosta nos dice que los indios “como animales nacidos y destinados a presa de caza, se pasan la vida en inmoralidad perpetua, sin respetar las leyes del matrimonio y de la naturaleza; sustituyendo la razón por el instinto.”
[24] Ibid., 57. Lo que para nosotros hoy en día puede parecer una contradicción, para Acosta el humillar por un lado a los indios y por el otro exaltarlos era semejante a lo que hacía el Apóstol Pablo en sus cartas. Acosta dice: “Un mismo e idéntico hombre admite a menudo discrepancias consigo mismo… Sin duda pudo el Apóstol Pablo en una misma carta colmar de las máximas alabanzas a los corintios… y al mismo tiempo humillarlos hasta el punto de reprocharlos que eran carnales, engreídos, ineptos para las cosas del espíritu.”
[25] Ibid., 93.
[26] Ibid., 85.
[27] Mateo 24:14.
[28] Dussel, Historia General, 281.
[29] Elisa Luque Alcaide, Iglesia en América Latina (siglos XVI-XVIII): Continuidad y Renovación (Navarra, España: Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 2008), 37.
[30] Ibid.
[31] Acosta, De Procuranda, Vol. 1, 91.
[32] Ibid.
[33] Hernández Aparicio, “Los Instrumentos,” 191.
[34] Acosta, De Procuranda, 93.
[35] Ibid., 95.
[36] Hernández Aparicio, “Los Instrumentos:” En esta obra se detallan los usos de estos instrumentos y se introducen varios ejemplos representativos de cada uno de ellos.
[37] Ibid., 192.
[38] Para un estudio de varios catecismos españoles del siglo XVI y su influencia en los catecismos creados para los indios en América, ver José R. Guerrero, Catecismos Españoles del Siglo XVI (Madrid, España: Instituto Superior de Pastoral. Universidad Pontificia de Salamanca, 1969).
[39] Para una biografía completa de Pedro de Córdoba y una introducción a su catecismo ver Miguel A. Medina, O.P., Doctrina cristiana para instrucción de los indios por Pedro de Córdoba: México 1544 y 1548 (Salamanca, España: Editorial San Sebastián, 1987). Este estudio contiene copias de ambas ediciones y transcripciones de las mismas.
[40] Hernández Aparicio, “Los Instrumentos,” 193.
[41] Ibid.
[42] Ibid.
[43] Luque, Iglesia en América, 41-42.
[44] Fray Pedro de Córdoba, Doctrina Cristiana para Instrucción de los Indios, Edición de 1544, en Miguel A. Medina, O.P., Doctrina Cristiana, 199-200.
[45] Ibid., 202.
[46] Ibid. En una nota al calce, Medina explica cómo esta doctrina entraba en conflicto con la cosmovisión del indio. Nos dice: “Teniendo en cuenta que la Doctrina se escribió en la Española, es probable que todas estas alusiones a Dios como gobernador del mundo, junto a la de su unicidad, estuvieran en clara contraposición a las creencias indígenas en Yúcahu Bagua Maórocoti, y en la madre Atabex, o en Yucahuamma y Mautiatihuel. Nombres de las divinidades indígenas que representaban la vida, sucesos meteorológicos y señores de los animales.”
[47] Ibid.
[48] Ibid., 203-204.
[49] Ibid., 221.
[50] Ibid.
[51] Ibid., 225-226.
[52] Fr. Pedro de Feria, “Doctrina Christiana,” en Luis Resines, Catecismo del Sacromonte y Doctrina Christiana de Fr. Pedro de Feria: Conversión y evangelización de moriscos e indios (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2002).
[53] Hernández Aparicio, “Los Instrumentos,” 194-195.
[54] Feria, “Doctrina Christiana,” 338.
[55] Ibid., 338-339.
[56] Ibid., 346.
[57] Ibid.
[58] Luque, Iglesia en América, 58.
[59] Ibid., 57.
[60] Juan Pablo II, “A los Indígenas de Guatemala (7.3.83),” en La Inculturación en los Documentos de la Iglesia (Guatemala: AK´Kutan, Centro Bartolomé de las Casas, 1996), 45.
[61] Ibid., 46.
Bibliografía
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