La Iglesia ante el Sufrimiento Humano
- Sammy Arroyo
- Sep 29, 2016
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El amor de Dios hacia su creación es una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana. Por siglos hemos afirmado las declaraciones de fe que encontramos en el Credo de los Apóstoles y en el Credo Niceno, donde ambos declaran de distintas maneras lo siguiente: Creemos en un Dios Todopoderoso, creador de los cielos y de la tierra. El Credo de los Apóstoles afirma que ese Dios en el cual creemos, es nuestro Padre, imagen que nos lleva a pensar en un Dios que nos ama, cuida, provee y nos disciplina.
El creer en un Dios que nos ama y cuida va en contra de las enseñanzas del deísmo, filosofía donde no se niega la existencia de Dios, sino que luego de la creación, este Ser Supremo se olvida de sus criaturas dejándoles a su suerte. La fe cristiana se fundamenta en la esperanza de que Dios no nos ha abandonado, sino que desea formar una relación cercana con cada uno de nosotros. La doctrina de la providencia divina nos enseña que "Dios cuida por el mundo de manera incansable, que todas las cosas están en las manos de Dios, y que Dios está guiando a este mundo a cumplir su propósito."[1] Estas enseñanzas de la Iglesia sobre el amor y el cuidado de Dios hacia Su creación son puestas a prueba cuando la misma es confrontada por la realidad y el poder del mal.
Daniel L. Migliore argumenta que el mal es "aquello que se opone a la voluntad de Dios y el mismo distorsiona Su buena creación."[2] La realidad del mal es algo que no podemos negar, no es una ilusión o algo que no existe, ni tampoco es una fuerza que se está extinguiendo en este mundo. El mal y sus consecuencias son reales, y nos tocan a cada uno de nosotros de manera distinta. Los cristianos no están exentos del mal y sus consecuencias, y la Iglesia debe de estar preparada para poder trabajar de manera efectiva cuando ocurren sucesos que ponen a prueba la fe de sus feligreses. El ministro y la congregación deben de desarrollar las herramientas necesarias para poder identificar la manera en que sus feligreses se plantean el problema del mal y el sufrimiento para así poder servir de una manera más efectiva en su trabajo pastoral. Por lo tanto, es importante para el ministro el poder reconocer las formas en las que el ser humano reflexiona sobre el mal y el sufrimiento para así poder ser más efectivo en su tarea pastoral.
Adolphe Gesché argumenta en su libro "El mal"[3] que el ser humano se plantea el problema del mal y su relación con Dios de cinco maneras distintas. Estas cinco formas de plantearse el problema del mal son: Contra Dios; en defensa de Dios; plantear el problema en Dios; incluyendo a Dios, y finalmente; con Dios o junto a Dios. Tengo como propósito el utilizar un ejemplo personal donde he sido confrontado con el problema del mal y el sufrimiento humano y analizarlo a través de las propuestas de Gesché. Luego estaré planteando un modelo de cuidado pastoral que puede ser útil tanto para los ministros a cargo de una congregación como para los feligreses al momento de trabajar con alguna persona o comunidad que esté pasando por un proceso de dolor y sufrimiento. Veamos primeramente el siguiente relato real.
Recuerdo ese domingo en la mañana de febrero del año 2013, el día era frío, y aun no había comenzado a prepararme para ir a la iglesia en Filadelfia de la cual era pastor, cuando recibo una llamada de uno de los miembros de la iglesia. "Pastor, mi sobrino de quince años tuvo un accidente automovilístico la noche de ayer y murió," me dijo el feligrés entre lágrimas. Pude sentir el dolor en la voz de este feligrés al escuchar sus palabras mezcladas con un profundo llanto.
Me preparé para ir a la casa de la madre del niño, al llegar a la casa me recibieron los tíos y vecinos, todos con lágrimas en sus ojos y visiblemente dolidos por la inesperada pérdida. Familiares y amigos del niño me conducen hasta el cuarto donde la madre de este joven se encontraba postrada en su cama junto a su otra hija. Todos se abrieron paso diciendo: "Aquí está el pastor." La madre abre los ojos y sus primeras palabras hacia mi fueron: "¿Por qué a mi hijo? ¿Por qué Dios permitió que esto le sucediese a mi hijo? Todos los días oro por él y le pido a Dios que me lo cuide. Entonces, ¿por qué Dios permitió que esto pasara?" Estas son preguntas que aun el día de hoy resuenan profundamente en mi mente y en mi corazón de pastor.
Anteriormente mencionamos que Adolphe Gesché argumenta que el ser humano puede llegar a interpretar su entendimiento de Dios en situaciones como la de esta madre de cinco maneras distintas. La primera es la de irse en contra de Dios, o acusar a Dios.[4] Según esta forma de pensar, Dios es "considerado responsable directo o indirecto del mal por no haber podido o querido impedirlo, [por lo tanto] ni existe ni puede existir. A no ser, claro está, que se le considere perverso o inútil, arruinando así su imagen."[5] Al escuchar la noticia del joven que murió en un accidente de tránsito, la existencia de Dios es puesta en duda planteando el problema de la siguiente manera: ¿Cómo es posible que Dios permitiese que un joven muera de esta manera, trayendo dolor y sufrimiento a sus seres queridos?
Para Gesché es importante que prestemos atención a aquellos que reaccionan de esta manera ante el dolor. El problema no reside en que estos pongan en duda que Dios exista, sino en el no ser lo suficientemente sensible cuando una persona expresa de una manera tan profunda su dolor al punto que le lleva a declarar que es imposible la existencia de Dios. Sobre esto Gesché nos dice:
El verdadero problema está en otra parte: escuchar y saber escuchar un grito, y un grito que goza de unos derechos imprescriptibles. Se trata del problema, para el hombre, de expresar, aunque sea de forma chocante y exagerada, ilógica, el escándalo del mal gritando con todas sus fuerzas y que llega a pronunciar el nombre de Dios con ribetes de blasfemia para señalar su repulsa y su condena del mal.[6]
Para Gesché, este grito de dolor "no es tanto un grito contra Dios sino un grito contra el mal."[7] En varias ocasiones podemos escuchar un grito de dolor semejante en los Salmos. Por ejemplo, en el primer verso del Salmo 10 el salmista acusa a Dios de estar distante y ausente de su dolor cuando dice: "¿Por qué, Señor, te mantienes distante? ¿Por qué te escondes en momentos de angustia?" (NVI)
Otra forma en la que el ser humano reacciona cuando es confrontado con el mal es el ponerse a la defensa de Dios, en otras palabras, el crear un discurso apologético que justifique a Dios ante el mal. Según Gesché, este discurso "pretende hacer a Dios inocente de toda responsabilidad en el mal."[8] Para Gesché el problema de tratar de defender a Dios es que al hacer esto estorbamos la posibilidad de una profunda reflexión sobre el mal y el cuidado de Dios sobre la persona.
Recuerdo muy bien cuando tomé de la mano a la madre del joven mientras esta estaba recostada en su cama. "¿Por qué a mi hijo? ¿Por qué Dios se llevó a mi hijo?" En el mismo cuarto había unas seis o siete personas que le decían: "No es culpa de Dios; Dios sabe muy bien por qué lo hizo aunque nosotros no lo entendamos; tienes que confiar en Dios pues Él sabe lo que es mejor para nosotros; Dios se lo llevó pues necesitaba a un ángel en el cielo." Gesché argumenta que al hacer esto damos "la impresión de que nos urge sacarle [a Dios] de un apuro."[9] El hacer esto puede ser contraproducente, pues el grito de dolor del ser humano es real e importante, y este solamente busca una forma de expresar el mismo. Si este grito es acallado con defensas de un Dios que solamente tiene excusas, ¿por qué el ser humano ha de escuchar a Dios cuando este le hable? Gesché nos dice que "el discurso sobre Dios y el mal no puede acallar el grito que el hombre dirige a Dios, manifestando así por otro lado una confianza quizás mayor que la del que intenta ahogar demasiado pronto ese lamento. El creyente con demasiadas prisas acabaría yendo incluso en contra de su fe.[10]
Tanto el reaccionar en contra de Dios o en defensa de Dios tienen el problema de dejar a Dios al margen de la conversación. Para el ser humano es importante el tener una reflexión real sobre el sufrimiento y encontrar a Dios en el mismo, por lo tanto, el defender o el culpar a Dios tiende a ocuparse más en la reflexión filosófica y se olvida del dolor humano.
Una tercera forma lo es el reflexionar sobre el problema del mal incluyendo a Dios en la conversación, reflexionando en Dios. Gesché dice que "ciertamente, el Dios cristiano no exige que le neguemos, mas tampoco que lo dejemos al margen."[11] En Jesucristo tenemos el máximo ejemplo de cómo podemos reflexionar en Dios mismo sobre el problema del mal. El apóstol Pablo, en la Epístola a los Filipenses nos dice que Jesucristo "no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente... se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte." (Filipenses 2:6-8, NVI) Con su ejemplo, Dios ha hecho del mal Su problema. El no incluir a Dios en la cuestión del mal nos puede llevar a creer que Dios no puede "soportar la cuestión y que puede hacer aquí algo por nosotros."[12] Por lo tanto es importante incluir a Dios en la reflexión teológica sobre el mal y el sufrimiento humano pues al hacer esto acercamos al ser humano a Dios.
Ahora bien, cuando el ser humano logra comprender que Dios es parte de la reflexión en medio del dolor, este ha de preguntarse: ¿Cómo entonces hemos de incluir a Dios? Para lograr esto, el ser humano debe de rechazar las primeras dos posturas: el culpar a Dios o el justificarle en medio de su sufrimiento. Para Gesché, la forma de incluir a Dios es hablándole. De hecho, para Gesché esta cuarta postura de hablarle a Dios se relaciona con la primera de culpar a Dios, pero en vez de hablarse a sí mismo y dejar a Dios a un lado, las preguntas van dirigidas directamente hacia Dios en una conversación. Gesché dice que "el error más profundo del Contra Deum no era el preguntarse; al contrario, esto es lo que constituye la grandeza del hombre vivo. Su error consistía en hablar de Dios en tercera persona."[13] El mayor error en el que el ser humano puede caer es en el encerrarse a sí mismo de manera tal que deja a Dios fuera, impidiéndole participar en su dolor. Para el ser humano es importante el poder hablarle a Dios, pues el hablarle es "creer en una presencia. Y creer en una presencia es creer en la posibilidad de una respuesta."[14] Cuando le hablamos a Dios y escuchamos Su respuesta, podemos comprender que es Dios mismo quien nos lleva a preguntarnos sobre el mal y sus consecuencias.
En las Sagradas Escrituras podemos ver a Dios mismo escandalizado por el mal y activamente luchando contra el mismo. Cuando el ser humano logra comprender que nuestro problema del mal es un problema que Dios se plantea de la misma manera, podemos concluir que esta lucha la estamos haciendo con Dios, o junto a Dios. Gesché nos dice que "si seguimos este razonamiento, comprobamos que la imagen que nos podemos formar de Dios se encuentra totalmente transformada: nuestro clamor coincide con el de Dios."[15] Por lo tanto, podemos ver a Dios como aquel que junto a nosotros se enfrenta al mal, pues Dios mismo ha estado planteándose el problema del mal aun antes que nosotros mismos lo hiciéramos. Sobre esto Gesché dice que Dios "se apropia de ella [la cuestión del mal] y la hace suya para no dar una respuesta cualquiera de explicación o permisión, una respuesta apresurada, sino para darle la única respuesta verdadera, por estar compuesta de acción y porque no supone ninguna justificación para el mal.[16]
Para Gesché el poder plantearse el problema del mal en Dios "adquiere una última dimensión: cuestión del hombre sin duda alguna, pero cuestión del hombre hasta en Dios. La cuestión es común a los dos."[17] Entrar en esta dimensión nos lleva a comprender que Dios ha comenzado a luchar contra el mal aun antes que nosotros, esta es Su lucha, y que nosotros somos llamados a luchar junto a Dios.
Es responsabilidad tanto del ministro a cargo de una congregación como de sus líderes el estar preparados para poder trabajar con los miembros de su comunidad cuando estos atraviesan por momentos de sufrimiento y dolor. Las cinco reflexiones sobre el mal que nos enseña Gesché nos pueden servir como guía para poder entender la forma en que la persona está procesando su situación. Es importante que el ministro esté preparado para guiar a sus miembros a enfrentar su sufrimiento junto a Dios y no contra Dios. A continuación, estaré presentando un modelo de consejería pastoral preparado por Howard Rice[18] que nos puede ayudar durante este proceso. Mi argumento es que no importa en cuál de las cinco categorías de Gesché se encuentre el feligrés, el pastor puede utilizar este modelo para guiarle espiritualmente. Lo ideal sería guiar a la persona a reflexionar sobre su sufrimiento junto a Dios, partiendo desde su propia situación.
El primer paso del modelo es escuchar atentamente a la persona. Parece ser un paso obvio, pero en realidad es quizás el paso que olvidamos con mayor facilidad. En la historia que mencioné anteriormente, la madre del joven tenía muchas preguntas sobre lo que le había sucedido a su hijo. Lamentablemente, las personas que estaban a su alrededor no querían escuchar sus preguntas y trataban de dirigirla a pensar que Dios estaba en control, que Dios tiene un plan. Estas personas tenían buenas intenciones, pero no estaban prestando atención a su dolor y a la sinceridad con la que ella se preguntaba el por qué Dios se había llevado a su hijo de esta manera. En cierta manera, añadían culpabilidad y remordimiento en ella por el hecho de cuestionar a Dios. Sobre el escuchar, Wright dice:
Es un arte que se aprende. Muchas veces lo que nosotros identificamos como escuchar es nuestro propio deseo de cambiar el tema, dar consejos, y en muchos casos el tornar el foco de atención hacia otras cosas que no sean la persona afectada. Un cuidado genuino por otros se expresa en nuestro deseo de escucharles, de estar presente para ellos, el estar atento a los detalles que ellos nos proveen - palabras que dicen, palabras que no dicen, lenguaje corporal y el tono de su voz. Al prestar atención le decimos a otros que los valoramos, que ellos se merecen nuestra atención.[19]
El segundo paso en este modelo es el animar a la persona. En este modelo el animar a una persona va más allá de decirle que todo va a estar bien y que el tiempo sanará sus heridas. El animar como parte de la consejería pastoral es el valorar el hecho de que la persona en cuestión "tiene el derecho a sentirse de la manera en la que se siente en ese momento y de la misma manera tiene el derecho a expresar estos sentimientos abiertamente y sin temor a que sea criticada o corregida."[20] Este paso requiere de toda la confianza posible por parte del ministro como también por parte del feligrés.
El tercer paso es uno más activo por parte del ministro, pues en el mismo este debe de ayudar a la persona a crecer espiritualmente. En este paso el ministro pasa de escuchar y animar a la persona y comienza a dar sugerencias sobre como la persona puede comenzar a discernir a Dios en el proceso. A diferencia de un consejero profesional, el ministro "entra al proceso de consejería con ciertos conocimientos teológicos y tiene la capacidad de ofrecer consejos a la persona con mucho cuidado y en formas bien pensadas."[21] El trabajo del ministro consiste en asistir a otros sobre como escuchar a Dios. Esto solamente se logra luego de haber ganado la confianza de la persona que necesita ayuda. Recuerdo que luego del funeral del joven, ya pasados varios días, llamé a la señora madre y le pregunté si deseaba hablar conmigo. Mis primeras sesiones de consejería consistieron en escuchar y permitirle preguntar. Luego de tres o cuatro entrevistas, ella logró abrirse a la posibilidad de ver a Dios y entender su situación junto a Dios.
El cuarto paso en el proceso es el retar. Vivimos en una cultura donde las personas no quieren ser retadas en su vida personal. Por lo tanto, es importante que este paso se dé solamente cuando el ministro ha logrado tener la confianza plena de la persona. Wright nos dice que "un regalo especial es dado a una persona cuando otra persona confía lo suficiente como para tomar en serio lo que esta dice, en especial cuando son palabras difíciles de aceptar."[22] Muchas veces en la consejería debemos de retar a la persona a aceptar ciertas verdades que son duras, y en otros casos es necesario retarles a considerar cambios en sus vidas. Pero esto se debe de hacer con mucho cuidado y sobre todas las cosas, con mucho amor y comprensión.
El último paso en este modelo de consejería pastoral es orar por y junto a la persona que necesita de nuestra ayuda. Creemos en la oración pues confiamos en un Dios que nos ama y nos cuida. Los miembros de la congregación se sienten animados y confiados cuando saben que su ministro está orando por ellos. Recuerdo cuando llegué a la casa del joven, y como las personas se abrían paso diciendo "aquí está el pastor." El terror que sentí en ese momento de pensar que mi presencia representaba un poder mayor que nunca podré obtener y a la misma vez la humildad de saber que no merezco tal responsabilidad. Similar a reflexionar con y junto a Dios en medio del dolor, el orar por y junto a la persona les da fortaleza y también les ayuda a escuchar la voz de Dios en medio del dolor.
Podemos ver que no importa cuál sea la forma en la que la persona se plantea el problema del mal y el sufrimiento según Adolphe Gesché, el ministro puede hacer su trabajo pastoral de una manera efectiva utilizando este modelo creado por Howard Rice. Para Gesché es importante que el ser humano pueda lograr comprender su situación de dolor y cómo reflexiona sobre su dolor, pero más importante aún es que otros puedan comprender el por qué otros reaccionan de tal forma ante el dolor. Es responsabilidad del ministro el poder ser sensitivo a la diversidad de reacciones que son expresadas por los seres humanos ante el dolor. Pero el ministro también debe de siempre tener en mente las siguientes palabras de Jon Sobrino: "No existe una respuesta lógica, racional y convincente a la pregunta de donde está Dios en el sufrimiento."[23] El modelo de Rice ayudará al pastor a identificar el modo de pensar del feligrés, y tendrá un fundamento para poder ayudar al feligrés y a la congregación a trabajar con los planteamientos que surgen cuando se enfrentan situaciones difíciles. El trabajo del pastor es el guiar al feligrés a ver a Dios, hablar con Dios, y comprender que Dios está juntamente crucificado con ellos, identificándose con su dolor. El conocer esta verdad traerá una nueva esperanza en medio de su dolor.
Notas
[1] Daniel L. Migliore, Faith Seeking Understanding. An Introduction to Christian Theology (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co., 2004), 421. El Dr. Migliore argumenta que la doctrina de la providencia divina se opone a la idea de que todo en esta vida ocurre al azar. Pero también argumenta que esta doctrina debe de ser distanciada del fatalismo y el determinismo, pues ambas doctrinas argumentan que Dios es la causa directa de todo lo que sucede, incluyendo al mal.
[2] Ibíd., 118.
[3] Adolphe Gesché, El mal (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002).
[4] Ibíd., 20.
[5] Ibíd., 21.
[6] Ibíd., 22.
[7] Ibíd., 23.
[8] Ibíd., 24.
[9] Ibíd., 25.
[10] Ibíd., 27.
[11] Ibíd., 30.
[12] Ibíd., 30.
[13] Ibíd., 32-33.
[14] Ibíd., 33.
[15] Ibíd., 39.
[16] Ibíd., 40.
[17] Ibíd., 41.
[18] Howard Rice, The Pastor as Spiritual Guide (Nashville, TN: Upper Room Books, 1998).
[19] Ibíd., 81.
[20] Ibíd., 82.
[21] Ibíd., 84.
[22] Ibíd., 85.
[23] Sobrino, Jon. Where Is God? Earthquake, Terrorism, Barbarity, and Hope (Markynoll, NY: Orbis Books, 2004), 10.
Bibliografía
Migliore, Daniel L.. Faith Seeking Understanding. An Introduction to Christian Theology. Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co., 2004.
Gesché, Adolphe. El mal. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002.
Rice, Howard. The Pastor as Spiritual Guide. Nashville, TN: Upper Room Books, 1998.
Sobrino, Jon. Where Is God? Earthquake, Terrorism, Barbarity, and Hope. Markynoll, NY: Orbis Books, 2004.
Otros recursos consultados
Fraijó, Manuel. Dios, el mal y otros ensayos. Madrid: Editorial Trotta, 2004.
Galindo Rodrigo, José Antonio. Dios y el sufrimiento humano: preguntas y respuestas sobre el problema del mal. Madrid: Encuentro, 2008.
Gutiérrez, Gustavo. Beber en su propio pozo: En el itinerario espiritual de un pueblo.
Centro de Estudios y Publicaciones, Lima, Perú, 1983.
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